Mientras que los ciudadanos de a pie no conseguimos
conciliar el sueño, mantenemos como máxima preocupación la situación en la que
estamos inmersos, nos forzamos por darnos ánimos los unos a los otros llorando
muchas veces a escondidas para no crearle dolor al amor con quien no podemos
estar, despertamos y antes de poner la cafetera nos conectamos a radio o
televisión para saber la última sobre la tragedia, felices, en parte, por las
cifras, angustiados ante un futuro incierto en el que preferimos no hacer
planes, deseosos que nos permitan vernos con quien más extrañamos, en
definitiva un torrente de sensaciones difíciles de digerir sin ayuda de alguna
infusión.
Ustedes, mientras tanto, nos transmiten inseguridades,
enfrentamientos, odios, luchas de poder, quizás incluso una alegría enmascarada
por lo que pudiera ser un triunfo en las urnas, un sin fin de mandatarios con
una corte de lacayos todos pagados a precio de oro que ponen de manifiesto que
solo les interesa el dorado metal.
Ministros que se contradicen en sus declaraciones, un
vicepresidente que da una rueda de prensa a los niños, una oposición crítica y
poco resolutiva.
No es de extrañar que el desánimo se haya instalado cómodamente
en el sillón de nuestros salones, el hambre en las despensas de nuestras
cocinas, el miedo en la orfandad por sentimos solos frente a seres de ciencia
ficción.
H.R.M.